Lunes, Abril 21, 2025
Lunes, Abril 21, 2025

LO ELECTORAL-PRESIDENCIAL EN ESTE PRIMER MES DE OTOÑO

Dr. Emilio Moyano Díaz, Universidad de Talca, Chile.

En febrero de este año -como lo comentamos en la columna de ese mes- había una decena de precandidatos presidenciales y hoy en abril muchísimos más, cifra que se reducirá a fines de este mes, con el cierre de las candidaturas presidenciales y parlamentarias al 30 de abril, y cuya votación será el 29 de junio, entrando el invierno. ¿Qué más puede observar el ciudadano común del panorama político electoral chileno hoy?

Que en Chile existen 22 partidos políticos, y 2 en formación (Movimiento Verde Ciudadano y P. Ecologista Verde), lo que acarrea una brutal debilidad a su sistema parlamentario, plagado de identidades minoritarias o dispersas que dificultan o al menos enlentecen los grandes acuerdos parlamentarios.  A esta fragmentación se suma la dudosa capacidad de virtudes cívicas de no pocos de sus representantes (a febrero de este año había al menos 7 diputados/as bajo investigación, fueron desaforados o se encontraban en prisión preventiva, por delitos que incluyen estafas, abuso sexual y violación) y, por cierto, varios alcaldes imputados, fugados, otros que han pagado con cárcel, etc.  La Nación detectó que en 2024 al menos 29 senadores (40%) tuvieron causas, muchos por enriquecimiento ilícito, aunque la mayoría logró que fuesen cerradas, de modo que a diciembre de ese año quedaban solo 6 abiertas y ninguno(a) condenado/a.  Por cierto, la ciudadanía espera que el estándar ético de sus representantes políticos y funcionarios públicos sea superior al del ciudadano común.

Adicionalmente, y ciertamente discutible, podría entenderse también como debilidad que 43 diputados del total de 155 (el 27,7%), y 6 de senadores (12%) de un total de 50, sean independientes (muchos producto del ‘discolaje’). Alcaldes, diputados y senadores normalmente son propuestos para competir en elecciones desde los partidos políticos, los que agrupan en total 474.646 afiliados o militantes, de una población de 15.450.377 millones de electores, es decir el 3,07%.

Ud. podrá observar que la derecha y la izquierda política llevan hoy casi tantos candidatos a elecciones primarias como partidos las conforman:  5 en la derecha (una mujer) y 3 en la izquierda (tres mujeres), ya que recientemente V. Mirosevic -Partido Liberal- desistió de su temprana candidatura (2024), y simultáneamente otorgó su apoyo -y obsequió su programa- a C. Tohá.

En la derecha, tempranamente Renovación Nacional (RN) y Evopoli dieron su apoyo a E. Mathei y, ante la negativa de los partidos de extrema derecha de participar en una primaria con la abanderada mencionada, un antiguo militante RN decide renunciar a su partido para ‘reactivar la primaria’ en la derecha. Entonces, en una especie de comedia del absurdo, se arma una primaria artificial, entre quienes ya previamente manifestaron su acuerdo que su abanderada fuese E. Mathei, optando así, por competir con ella. A los ojos del ciudadano/a común, esto pareciera tratarse de un tongo, ¿verdad? y, si así fuese, aumenta el desprestigio de la clase política.

Si la derecha se uniese -cosa hasta hoy improbable- supera largamente el 50% de los votos y ganaría la posterior elección presidencial.

A su vez la izquierda, esperó contumazmente persuadir a la no candidata M. Bachelet,  demorando sus decisiones, y hoy, entonces, sus partidos constituyentes presentan sus respectas candidatas restándose sus posibilidades entre sí (y todo esto en ‘pos de la unidad’).

El PS le quita votos a C. Tohá -y ésta al PS-, mientras el PC y el Frente Amplio capitalizan y reafirman sus respectivos incondicionales apoyos. A hoy no es evidente quien gane definitivamente (Tohá, manteniendo mayoría, decae, mientras Jara asciende), y las encuestas actualmente favorecen a ambas por encima de G. Winter y de P. Vodanovic.  Si calculamos hoy según preferencias o intenciones de voto en muestras de población de diferentes encuestas,  a la izquierda no le alcanzaría -con sus actuales candidatas-, para ganar la posterior elección presidencial.

Si se mira desde la cantidad de militantes o afiliados -que por cierto no es necesariamente equivalente a los ciudadanos que votarán por el representante final de cada sector-, el FA es mayoritario con 61.523 militantes, seguido por el P. Comunista con 45.100, el PS con 44.240, el PPD con 27.079 y el P. Radical con 25.286. Así el eje ‘madre ‘ o inicial del presente gobierno (PC+FA) es mayoritario respecto del eje del socialismo democrático (PS+PPD+PR).  No consideramos aquí a partidos con menos de 10 mil militantes cada uno, y que en fuerza decreciente son:  el P. Liberal, el P. Acción Humanista, el P. Alianza Verde Popular, el P. Humanista, el P. Popular, el P. Igualdad, y el P.  de los Trabajadores Revolucionarios.

En la derecha RN es el más numeroso (4° lugar nacional), con 38.453 militantes, seguido por la UDI con 34.754, el P. Republicano con 19.486, y Evopoli (Evolución Política) con 16.884. Así, y aunque los militantes de los partidos de derecha sumados tienen menos militantes que la izquierda, en las encuestas relativas a sus precandidatos o candidatos, ganan a la izquierda. Aparentemente la ola se inclina hacia la derecha en el país. Por cierto, hacia dónde eventualmente se inclinen el P. de la Gente con 36.752 militantes, el P. Demócrata Cristiano con 27.045 militantes. y la Federación Regionalista Verde social con 15.223, más los partidos minoritarios ‘identitarios’, con menos de 10 mil militantes cada uno, podría inclinar algo la balanza. Pero, aunque se diga que la voz cantante o definitiva la tiene la ciudadanía (la soberanía radica en el pueblo), ello no está exento de trampas y barreras. Sobrevolemos a continuación solo dos.

Primo, las elecciones primarias son vinculantes y financiadas por el Estado chileno, es decir las pagamos Ud. y yo, los ciudadanos. Ellas son bastante características de Estados Unidos (donde como Ud. sabrá querido/a lector/a, el resultado final de una elección no es producto de un ciudadano un voto, sino que se eligen representantes por regiones), pero aquellas casi no existen en Europa ni en el resto del mundo, dónde la nominación corresponde a los partidos políticos y las organizaciones, sin incluir a la ciudadanía. En Canadá -por citar un ejemplo- se elegía en convenciones partidarias, pero algunos partidos lo han abandonado en favor del sistema un militante un voto. Lamentablemente en la izquierda chilena (y aparentemente en la derecha también), no existe la democracia directa de un militante un voto, sino que su o sus candidatos son elegidos por el comité central de alrededor de 110 miembros (PS) y 96 (PC) y el consejo general de más de 450 miembros en el caso de RN.  Así, siguiendo normativas internas en partidos de izquierda,  y para cargos partidarios internos,  quien obtiene más votos en una elección no necesariamente resulta elegido. Por cierto, esta antigua práctica (el PS cumplió 92 años este mes y el PC 103 años), no resulta muy democrática ni representativa para hoy -siglo XXI- e infelizmente no se observa señales de modernización de ningún tipo.

Sin retroceder mucho en el tiempo, el Pdte. actual fue elegido después de primarias, en la que había que optar por él o por el candidato comunista (D. Jadue); no era difícil predecir quien resultaría electo. Y hoy, es un riesgo de muy negativas consecuencias para el PS  que al ir dividido de las demás fuerzas socialistas democráticas (Tohá vs. Vodanovic) ganase la primaria J. Jara o G. Winter. El ethos cultural chileno parece no querer comunistas -ni continuadores del actual gobierno a la cabeza del futuro gobierno-, con lo cual se aseguraría una derrota de las fuerzas progresistas en la presidencial frente a E. Mathei. Sería tropezar con una piedra semejante, y caer en la misma trampa social.

Secondo, el reciente libro de G. Salazar, “Expoliación política de la ciudadanía en Chile”  analiza críticamente el sistema representativo y las estructuras de poder que han limitado la participación efectiva de las masas en Chile, cuestionando la dudosa narrativa acerca de nuestra excepcionalidad institucional. La soberanía popular ha permanecido en la sombra o capturada y, como hemos comentado en columnas anteriores,  y, tal vez como una consecuencia de ello, la credibilidad y reputación de nuestro sistema parlamentario -y el de partidos- está por debajo del 18% en nuestra población. Quienes son militantes, podrán aplicar la tesis de expoliación sostenida por Salazar a su propia experiencia de militancia, ya que sin duda han  experimentado como en sus partidos se expolia la soberanía de sus militantes o afiliados, y se reproduce el sistema de élite propio de una sociedad desigual como la nuestra, provocando tensiones y disputas que debilitan la cohesión partidaria interna, la eficacia organizacional y, así, anteponiendo rencillas de poder microscópicas al bien común y al interés nacional.  No solo hay que modernizar el Estado en Chile, también los partidos políticos y, especialmente, recuperar la soberanía y derecho a elegir un hombre o mujer un voto, en aquellos petrificados en el tiempo.

La ideología por cierto existe, y hay muchas personas que votan según ella, aunque su candidato/a no les guste del todo. La psicología y la ciencia política se preguntan cómo deciden votar los electores y parece que éstos, sin embargo, cada vez más lo hacen vía rutas cognitivas periféricas (más que por mensajes ideológicos directos), evitando futuras amenazas a su estabilidad, o buscando ésta, evitando miedos, o concordando con quien los ofrece conjurar, acercándose a quienes parecen más empáticos y creíbles, probos (éticos) y expertos,  a quienes realmente parecen entender los problemas del ciudadano común, que tienen un lenguaje simple y directo, poniendo por delante el pragmatismo, y dónde cada vez va importando menos, si son de derecha o de izquierda. Es de nuevo un año de elecciones, siempre para elegir ’nuestros representantes’ (que al final del día no es tan evidente que defiendan los intereses del país ni los nuestros), pero nunca somos convocados para elegir acerca de lo que realmente nos preocupa, o de relevancia para nosotros y nuestros descendientes, ¿cuándo recuperaremos nuestra soberanía?

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