Hoy se celebra la Pascua de Resurrección y con ella, una tradición que traspasa lo religioso: la entrega de huevitos, costumbre que también se vive en Chile.
Aunque hoy suele relacionarse con dulces y juegos infantiles, el origen de esta práctica es mucho más antiguo. Sus raíces provienen, en realidad, de celebraciones paganas anteriores al cristianismo.
En distintas culturas del hemisferio norte, el huevo era símbolo de fertilidad y de nueva vida. En especial dentro del contexto del equinoccio de primavera, cuando la naturaleza florece nuevamente tras el invierno. Estos rituales representaban el renacimiento del ciclo natural y eran fundamentales en pueblos que dependían de la tierra.
Con la expansión del cristianismo en Europa, muchas de estas costumbres se incorporaron a las celebraciones religiosas. Así, el huevo pasó a representar también la idea de resurrección y renovación espiritual, en sintonía con el significado central de la Pascua cristiana: la resurrección de Jesucristo, tres días después de su crucifixión, según relatan los evangelios. La festividad, que pone fin al periodo de Cuaresma, es considerada el momento más sagrado del calendario cristiano.

En cuanto a la figura del conejo, su vínculo con la Pascua también se relaciona con la fertilidad. El conejo ha sido desde la antigüedad un símbolo de abundancia debido a su capacidad reproductiva. Una de las teorías más aceptadas indica que fue en Alemania donde surgió la tradición del “conejo de Pascua”, que traía huevos decorados a los niños. La práctica migró luego a países como Estados Unidos y Reino Unido, donde se arraigó como parte del folclore.
En Chile, la entrega de huevitos de chocolate se ha convertido en una tradición instalada en la celebración del Domingo de Resurrección. El contexto cultural podrá ser distinto al de Europa, pero muchas familias repiten cada año la costumbre de esconder huevos para que los más pequeños los busquen.