Columna por Diego Palomo y Benjamín Ubilla
En la era ultra digital contemporánea, la propagación desenfrenada de noticias falsas ha alcanzado proporciones preocupantes. La sociedad se encuentra inmersa en un mar de información, donde la verdad a menudo se diluye entre titulares sensacionalistas y desinformación deliberada. Este fenómeno ha llevado a una preocupante indiferencia hacia la verdad, donde la audiencia, desensibilizada por la sobreexposición a noticias falsas, muestra una tendencia a aceptar la información sin cuestionar su autenticidad.
La proliferación de fake news no es solo un fenómeno humano, sino que se ve exacerbada por el papel desempeñado por la Inteligencia Artificial (IA). Los algoritmos diseñados para personalizar contenidos según nuestras preferencias pueden crear burbujas informativas, donde la gente solo ve perspectivas afines, perpetuando sesgos y tergiversaciones. La IA, si no se regula adecuadamente, puede convertirse en una herramienta peligrosa que amplifica la desinformación y desprecia la búsqueda de la verdad.
Las consecuencias de esta desinterés por la verdad son profundas. Sociedades polarizadas, pérdida de confianza en instituciones y riesgos también en el mundo del Derecho y la justicia.
Que decir de la tecnología Deepfake. A modo de contextualización, pero sin profundizar en aspectos técnicos, se trata de un avance relativamente reciente que consiste, básicamente, en una manipulación avanzada de contenidos de audio y de video, que permite la sustitución de rostros y voces de personas, con resultados cuanto menos preocupantes.
El término tiene su origen tan solo en 2017, y si bien es cierto que la edición de video no es novedad, lo que sí cambia las cosas es que, lo que antes se realizaba en costosas producciones hollywoodenses mediante CGI (Computer-generated imagery) ahora puede ser realizado con relativa facilidad desde dispositivos corrientes y sin mayores conocimientos.
Se estima que continúe perfeccionándose y abaratándose, siendo una tecnología aún más accesible y masificada.
En tiempos donde la verdad debería ser un faro guía en la sociedad en general y en la justicia en particular, la lucha contra las mentiras se convierte en una batalla esencial para preservar la integridad de la información, incluida la que sirve de base a una sentencia.
En IA no todo lo que reluce es oro y urge obrar con regulaciones y prudencia.
Diego Palomo
Benjamín Ubilla
U. de Talca