Opinión por Diego Palomo, académico de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.
El case management es un modelo utilizado en el sistema de justicia para administrar y coordinar los casos de más manera eficiente. Sin embargo, su implementación puede a nuestro juicio generar una obsesión por las metas de gestión que puede tener consecuencias críticas en la calidad del sistema de justicia.
Así las cosas, la obsesión por las metas de gestión puede llevar a una atención excesiva en la resolución rápida de los casos, descuidando la calidad en la administración de justicia. Los jueces y operadores del sistema pueden sentir la presión de cerrar casos rápidamente, lo que puede resultar en decisiones superficiales, apresuradas o atropelladas, además de una falta de análisis exhaustivo de las pruebas y argumentos ingresados al proceso.
De igual modo, la obsesión por las metas de gestión puede conducir a una falta de atención adecuada a las necesidades individuales de los involucrados en el sistema de justicia. El case management, si se utiliza de manera desbordada y hasta las últimas consecuencias, casi como dogma, puede enfocarse únicamente en cumplir objetivos cuantitativos, como reducir la cantidad de casos pendientes o el tiempo de resolución. Esto puede derivar en que se descuiden aspectos más importantes, como el acceso a la justicia, la protección de los derechos de las partes y la consideración de algunas circunstancias especiales. Pareciera que no podemos dejar de recordar que la Justicia no es una fábrica de salchichas y que no se trata solamente de cerrar casos, sino de garantizar que la decisión sea legítima y lo más cercana a la justicia en cada uno de ellos.
La obsesión por las metas de gestión puede generar también, como si fuese poco lo ya apuntado, un ambiente de presión y competencia entre los actores del sistema de justicia. Los jueces y demás operadores pueden sentirse incentivados a lograr metas cuantitativas para demostrar su eficiencia y logro profesional. Esta competencia desmedida puede afectar el sano funcionamiento del sistema, terminando por desfigurar todo. Además, puede llevar a la falta de recursos y apoyo adecuados para los profesionales de la justicia, lo que afecta su capacidad para brindar una representación legal de calidad y tomar decisiones informadas.
En fin, si bien el case management puede ser una herramienta útil para mejorar la eficiencia en el sistema de justicia, no lo ponemos en duda, todo radica en encontrar el punto de equilibrio, pues la obsesión por las metas de gestión puede tener consecuencias nefastas y críticas.
Es necesario encontrar un equilibrio entre la eficiencia puramente cuantitativa y la calidad en la administración de justicia, asegurando que se brinde una atención adecuada a las necesidades individuales y se protejan los derechos de las partes involucradas.
Es que ya lo hemos dicho tantas veces: La justicia no puede reducirse a meras cifras y estadísticas; debe ser un proceso justo, legítimo y, sobre todo, centrado en las personas.