Paula Barrios Goio. Propulsora del empoderamiento femenino, Metropolitan Chair Financial Empowerment G100. Socia de empresa de asesoría e intermediación financiera Bcorp Spa. Speaker de talleres de educación financiera para emprendedores y Fundadora del Podcast Liderarte, el arte de elegir tu vida. Co Founder de la Corporación Impulsa Vichuquén, Mentora en ChileConverge.
Cuando hablamos de emprender, muchas veces lo primero se nos viene a la cabeza son modelos de negocio, estrategias de marketing o ventas. Sin embargo, hay algo que trasciende estas técnicas: la identidad. Para las mujeres emprendedoras de regiones, esa identidad no solo es una herramienta para diferenciarse, sino también una fuente de empoderamiento y raíces. Este es el caso de muchas mujeres en el Maule, quienes han decidido transformar su arraigo por su tierra en una parte fundamental de sus proyectos.
Un ejemplo inspirador es la emprendedora social y amiga personal: María Pía Yovanovik, fundadora de la iniciativa Prefiero el Maule, que convirtió esa frase en un verdadero movimiento. Pía, al levantar esta bandera, ha logrado unir a productores locales, artesanos y emprendedores bajo una causa común: valorar y promover lo que nace en la región del Maule. Su trabajo no solo resalta el talento local, sino que también refuerza el sentido de pertenencia, demostrando que nuestras raíces pueden ser el motor de un negocio exitoso.
Emprender desde la identidad significa mucho más que usar ingredientes locales o rescatar tradiciones. Es crear un proyecto que hable de nuestra historia, de nuestras vivencias y del territorio que nos vio crecer. Es decir, es un acto de reivindicación y orgullo.
¿Sabías que datos recientes del SERNATUR destacan que el 70% de los turistas nacionales prefiere consumir productos con “sello local” al visitar una región? Esto refleja una tendencia hacia el consumo de lo auténtico, de aquello que no puede replicarse porque está cargado de identidad. Las emprendedoras tienen en sus manos la oportunidad de satisfacer esta demanda, conectando al público con productos y servicios que cuentan historias reales.
Tomemos como referencia a esas emprendedoras que, al igual que Pía, han puesto en valor su sentido de pertenencia. Muchas de ellas han construido marcas basadas en elementos que refuerzan la identidad de su región, desde el diseño hasta el mensaje.
Por ejemplo, en la gastronomía: En el Maule, las emprendedoras del rubro gastronómico están rescatando recetas ancestrales y poniendo en valor ingredientes autóctonos, como las algas, cecinas artesanales y vinos de cepas patrimoniales. Sus platos no son solo alimentos; son una invitación a conocer la cultura local.
Otro caso que conozco bien de cerca es la artesanía: Desde tejidos a mano con lana de oveja, pasando por obras de arte en madera tallada, hasta cerámicas de greda blanca con pinturas, que reflejan paisajes del valle central, estas emprendedoras muestran que los objetos también pueden contar historias. Cada pieza se convierte en un puente entre el cliente y la región.
Los emprendimientos Turísticos: Cada vez más mujeres lideran proyectos turísticos que no solo ofrecen experiencias, sino también conciencia. Caminatas guiadas por parques locales o visitas a viñas familiares muestran que el turismo puede ser una vía para conectar con el territorio y su riqueza.
Uno de los grandes retos del emprendimiento es ver el potencial de lo que tenemos frente a nosotros. Para una emprendedora de regiones, eso significa mirar con otros ojos los recursos locales: la materia prima, las tradiciones, las historias y hasta los paisajes!
En un mundo donde la migración hacia las grandes ciudades suele ser vista como la única opción para “salir adelante”, las emprendedoras que deciden quedarse en sus comunidades representan un acto de resistencia y empoderamiento. Ellas no solo eligen apostar por su tierra, sino también se convierten en agentes de cambio que fortalecen la economía local y la cohesión social.
Datos del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género destacan que el 60% de las emprendedoras en zonas rurales han declarado que su mayor motivación es “aportar al desarrollo de su comunidad”. Este dato resalta el papel transformador que tienen estas mujeres, quienes con sus proyectos construyen futuro sin perder de vista el pasado.
En resumen, emprender desde la identidad no solo permite crear un negocio único y competitivo, sino también genera un impacto positivo en las comunidades. Las emprendedoras que abrazan sus raíces y construyen desde el sentido de pertenencia están demostrando que el empoderamiento no siempre implica cambiar de lugar; también puede significar transformar y revalorizar lo que ya tenemos.
Que el ejemplo de Pia Yovanovik y Prefiero el Maule sea una inspiración para muchas más mujeres a lo largo del país. Porque emprender con el corazón en la región es también un acto de amor hacia nuestras raíces y nuestras comunidades. Es una manera de decir: “Estoy aquí, y desde aquí también puedo cambiar el mundo.”