Paula Barrios Goio. Propulsora del empoderamiento femenino, Metropolitan Chair Financial Empowerment G100. Socia de empresa de asesoría e intermediación financiera Bcorp Spa. Speaker de talleres de educación financiera para emprendedores y Fundadora del Podcast Liderarte, el arte de elegir tu vida. Co Founder de la Corporación Impulsa Vichuquén. Mentora en ChileConverge.
En enero cumplí un año escribiendo para este extraordinario medio de comunicación del Maule. Comencé hablando sobre empoderamiento financiero, pero con el tiempo descubrí que existen muchos otros temas igualmente relevantes: desde cómo superar barreras en el emprendimiento y organizar nuestras finanzas, hasta cómo planificar nuestro año personal y profesionalmente. Hoy quiero invitarte a reflexionar sobre un aspecto esencial que todas hemos enfrentado: la frustración. Esa sensación incómoda que, aunque dolorosa, nos impulsa a crecer, a desafiar nuestras limitaciones y, en ocasiones, a cuestionar nuestras propias capacidades. Porque, seamos honestas, todas hemos estado ahí.
La frustración aparece cuando las cosas no salen como esperábamos. Puede ser ese proyecto al que le dedicaste semanas y que al final fue rechazado, esa idea brillante que no pudiste concretar por falta de recursos, o incluso ese objetivo personal que no lograste alcanzar. Es un sentimiento universal, y yo no soy la excepción. Como muchas de ustedes, he experimentado frustraciones innumerables veces. Sin embargo, he aprendido que esta emoción no es un enemigo, sino una guía valiosa, o como la llama una querida amiga coach, “un regalo”. Realmente la frustración es un maestro disfrazado.
Nuestra primera reacción suele ser culparnos: “¿Qué hice mal?”, “¿Debí prepararme mejor?”. Pero esta autocrítica rara vez nos sirve. En su lugar, necesitamos tratarnos con la misma empatía que mostraríamos a una amiga. Reconocer que somos humanas, que estamos aprendiendo, y que equivocarnos está bien. Practicar la autocompasión nos permite transformar esos momentos difíciles en oportunidades de aprendizaje.
De un fracaso a una lección
Quiero compartirte una experiencia personal. A los 20 años, recién casada y con una guagua y sin terminar mis estudios en la universidad, me vi en la necesidad de emprender. Un par de noches a la semana, limpiaba oficinas en un edificio de Providencia, pero soñaba con algo más grande. Sabía que estaban pidiendo cotizaciones para la limpieza de todos los vidrios exteriores de todo el edificio, así que preparé una propuesta detallada, investigué sobre las máquinas necesarias (andamios eléctricos, correas de seguridad, etc.), los productos (líquidos y herramientas), y hablé con personas que podrían ayudarme. Aunque sabía que competía con empresas consolidadas, me atreví.
La respuesta fue un “no” debido a mi falta de experiencia, aunque mi cotización estaba dentro del precio. Sentí frustración, rabia, incluso injusticia. ¿Cómo iba a ganar experiencia si no me daban una oportunidad? Pero con el tiempo entendí el verdadero valor de esa experiencia: el administrador me llamó, no solo para rechazar mi propuesta, sino para felicitarme por mi audacia. Ese reconocimiento me dio la fuerza para seguir intentándolo, y me recordó que cada paso, incluso los que no llegan a la meta, es un avance.
Cambia el enfoque: celebra el intento
En nuestra sociedad, solemos valorar solo los resultados, pero los intentos también merecen celebración. Atreverte a salir de tu zona de confort, aunque el resultado no sea el
esperado, es un acto de valentía. Cada paso cuenta, porque te acerca más a tus sueños. Así que celebra cada intento: es una prueba de que estás avanzando.
Cuando enfrentes una frustración, pregúntate: “¿Qué puedo aprender de esto?”, “¿Qué estoy dejando de ver?”. No pierdas de vista el propósito que te llevó a intentarlo. Recordar el “para qué” puede reavivar esa chispa que te ayudará a superar los momentos difíciles y a seguir adelante.
La frustración, aunque incómoda, es una maestra imprescindible en el camino del crecimiento personal y profesional. La próxima vez que la encuentres, en lugar de resistirte, acéptala como parte del proceso. Respira, procesa tus emociones y pregúntate: “¿Qué puedo aprender de esto?”. Y luego, sigue adelante con compasión y confianza en ti misma.