Jueves, Noviembre 21, 2024
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SANA CONVIVENCIA Y BUENOS APRENDIZAJES

Vivianne Alfaro Hernández. Directora Ejecutiva (S), Servicio Local de Educación Pública Maule Costa.

Las escuelas y liceos son espacios de formación integral, donde los y las estudiantes deben desarrollar plenamente sus potencialidades y que, sin importar las circunstancias y sus condiciones, estos aprendan y sean felices en un ambiente seguro, libre de violencia, de discriminación, y con un trato digno –un entorno de buen trato y respeto promueve la sana convivencia y se convierte en el pilar fundamental para el aprendizaje efectivo-.

El espacio educativo debe estar guiado por liderazgos transformacionales, participativos, enfocados en el cuidado, promoviendo un enfoque inclusivo, colaborativo, tomando decisiones estratégicas que beneficien el desarrollo del entorno escolar, la creación del clima positivo y la mejora continua de la enseñanza y el aprendizaje. Además de organizar la complejidad del entorno escolar que requiere de un esfuerzo colaborativo como trabajar en equipo, escuchar, reflexionar, planificar y acompañar a cada miembro de la comunidad educativa.

En este sentido, nuevamente el liderazgo debe promover la participación, la colaboración, un ambiente de cuidado, inclusivo y diverso, estimulando la formación ciudadana y la creatividad.

En este entorno, tanto el proceso de aprendizaje como la organización institucional se convierten en herramientas formativas fundamentales, más allá de transmitir conocimientos, las comunidades educativas deben cultivar habilidades socioemocionales, prevenir la violencia y proteger la salud mental. Ante los desafíos del siglo XXI —como la incorporación de nuevas tecnologías, la globalización cultural, las crisis sociales y ambientales, y situaciones críticas como la pandemia del COVID-19—, una comunidad educativa inclusiva y colaborativa resulta más necesaria que nunca.

En el entorno escolar, para alcanzar un aprendizaje integral, es fundamental que las experiencias educativas sean significativas y estén vinculadas al contexto de los estudiantes, permitiéndoles avanzar positivamente en sus trayectorias educativas. Este enfoque integral implica no solo el desarrollo académico, sino también el fortalecimiento de habilidades personales y sociales en cada estudiante. Las escuelas deben consolidarse como espacios de acogida, de contención y aprendizaje sobre la vida y la sociedad, libres de prejuicios y estereotipos, donde cada estudiante se sienta respetado y valorado.

La necesidad de fomentar el desarrollo emocional, la convivencia educativa y una cultura de la paz en las aulas hoy es evidente. Ya, en 1994 el Informe Delors nos desafió a “educar para toda la vida”, a través de cuatro pilares fundamentales: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser. Estos pilares deben continuar orientando nuestro trabajo hacia una educación que no solo forme académicamente, sino que también inspire a ciudadanos responsables y conscientes.

La convivencia educativa no solo construye buenos estudiantes, sino también mejores ciudadanos; es nuestra responsabilidad garantizar que cada escuela sea un espacio de respeto y crecimiento para todos.

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