Domingo, Septiembre 22, 2024
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Brigida Trudeo: De pequeña productora a líder en el Maule

La historia de una mujer que superó las barreras de la agricultura y los prejuicios, convirtiéndose en una mujer destacada, agricultora, directora de la Junta de Vigilancia  del Ancoa, monitora de CNR y la primera mujer del Maule que participa en el programa de empoderamiento de la DGA.

En la vida de una pequeña agricultora del Maule se entrelazan la historia de su familia, la herencia de sus ancestros indígenas, y una determinación implacable que la ha llevado a convertirse en una figura respetada y admirada en su comunidad. Desde sus humildes comienzos en la Región de la Araucanía hasta su rol actual como líder en la gestión de recursos hídricos en Linares, su historia es un testimonio del poder del trabajo duro, la perseverancia y la fe en uno mismo.

Raíces en la tierra: Una infancia marcada por la agricultura

Nacida en Puerto Saavedra, una pequeña localidad en la Región de la Araucanía, Brigida Trudeo creció rodeada por la naturaleza, aprendiendo desde muy pequeña el valor de la tierra y el agua. Su padre, un pequeño agricultor, le enseñó a cultivar la tierra, transmitiéndole no solo habilidades prácticas, sino también un profundo respeto por los recursos naturales. “Nosotros, los indígenas, mientras tengamos tierra, estamos vivos. Si no cultivamos la tierra, es como si no existiéramos”, explica, subrayando la conexión casi espiritual que siente con el suelo que cultiva.

Desde los siete años, se sumergió en el trabajo del campo, acompañando a su padre en cada faena. Su amor por la agricultura creció con el tiempo, al igual que su deseo de seguir los pasos de su familia, a pesar de las muchas dificultades que enfrentaría más adelante.

El amor y la tierra: Una nueva vida en el Maule

El destino la llevó a la Región del Maule, donde conoció a quien se convertiría en su esposo. Él era originario de la costa, un lugar donde la agricultura aún no era una práctica extendida. Al mudarse a esta nueva región, se encontró con un entorno donde el cultivo de la tierra no era común. Sin embargo, su pasión por la agricultura no se extinguió. “Llegué a un lugar donde muy pocos trabajaban la tierra, pero para mí era imposible dejar de cultivar“, recuerda.

La idea de trabajar la tierra no fue fácil de implementar. En la década de los 90, el 90% del trabajo agrícola en la zona se hacía con métodos tradicionales: arar la tierra con yuntas de vacas, sin la ayuda de maquinaria moderna. Pero las dificultades nunca la detuvieron; al contrario, la impulsaron a buscar nuevas oportunidades.

El desafío de las frutillas: Rompiendo barreras en un mundo de hombres

Un día, mientras cuidaba su huerto, un vecino le sugirió que plantara frutillas. Aunque la idea le pareció interesante, sabía que no sería fácil. En ese momento, en su comunidad, ninguna mujer se dedicaba a la producción de frutillas, y muchos hombres dudaban de su capacidad para lograrlo. “Todos los hombres decían: ‘¿Qué va a hacer con eso si usted es mujer?’ Pero yo sabía que podía trabajar la tierra igual que ellos“, afirma con orgullo.

El mayor obstáculo que enfrentó fue conseguir el crédito necesario para iniciar su plantación. “En esos años, plantar frutillas costaba más de un millón de pesos, una suma considerable”, recuerda. Sin embargo, por ser mujer y no tener tierras a su nombre, ninguna institución quería darle el crédito. “Fui al Indap, y me dijeron que no tenía derecho a crédito porque la propiedad estaba a nombre de mi marido”, cuenta. Pero su esposo, apoyándola en todo momento, firmó un documento de arriendo de sus propias tierras para que ella pudiera cumplir su sueño.

Finalmente, logró plantar mil metros cuadrados de frutillas, convirtiéndose en la primera mujer en su comunidad en hacerlo. Su esfuerzo y dedicación pronto dieron frutos, y su plantación no solo prosperó, sino que superó a las de otros agricultores. “Trabajaba día y noche cuidando mis frutillas, como si fueran mis propios hijos”, dice.

Reconocimiento y Liderazgo: De agricultora a representante Regional

El éxito de su plantación atrajo la atención de expertos en agricultura. Fue invitada a participar en un proyecto que la llevó a capacitarse en riego tecnificado en España y Francia. Allí, junto a otras mujeres agricultoras de diferentes regiones de Chile, tuvo la oportunidad de compartir su experiencia y demostrar que las mujeres podían liderar en el campo agrícola sin depender de un hombre. “En Francia, di una charla a mujeres que vivían en sectores muy humildes, y les mostré que podíamos salir adelante solas, que no éramos esclavas de nuestros maridos”, relata con orgullo.

Este viaje no solo le permitió aprender nuevas técnicas agrícolas, sino también le otorgó un reconocimiento que la consolidó como una líder en su comunidad. A su regreso a Chile, su vida tomó un nuevo rumbo: comenzó a involucrarse en la gestión de recursos hídricos, convirtiéndose en presidenta de la Comunidad de Agua y directora de la Junta de Vigilancia del Río Ancoa.

Un compromiso con la comunidad: Apoyando a los pequeños Agricultores

Su experiencia personal le ha dado una visión clara de las necesidades de los pequeños agricultores, especialmente aquellos que, como ella, enfrentan dificultades para acceder a los recursos y al apoyo necesario. “Me dedico a apoyar a los pequeños agricultores, a aquellos que tienen solo mil metros o menos, porque todos necesitamos a alguien que nos represente“, dice.

Como monitora de riego y proyectos de recursos hídricos, trabaja incansablemente para mejorar las condiciones de su comunidad. Su compromiso con la agricultura va más allá de su propio éxito; su verdadera satisfacción radica en ayudar a otros a prosperar. “Siempre estoy disponible para aquellos que necesiten mi apoyo, porque sé lo que es luchar para salir adelante”, afirma.

La lucha continúa: Un futuro en la agricultura

A pesar de las pérdidas personales, como la muerte de su esposo, sigue adelante, encontrando en el trabajo agrícola una forma de honrar su memoria y mantener viva la pasión que ambos compartían. “Sigo trabajando en el campo porque me gusta, y porque es la única manera de no sentir tanta pena por la falta de mi compañero“, confiesa.

Hoy, sus hijos, ya profesionales, son su mayor orgullo. “Ellos son el resultado de toda la lucha que dimos juntos, y aunque ahora estoy sola, tengo la fuerza para seguir adelante”, dice con determinación. Para ella, la agricultura no es solo un medio de vida, sino una misión: demostrar que las mujeres pueden lograr lo que se propongan, incluso en un mundo que a menudo les cierra las puertas.

Su historia es un recordatorio de que la perseverancia y el amor por la tierra pueden superar cualquier obstáculo, y que las mujeres, especialmente en el campo, tienen un papel fundamental en la construcción de un futuro más justo y próspero.

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