Artículo de opinión por Diego Palomo, abogado y académico de la Universidad de Talca.
La “cultura” de la habladuría, sumado al desconocimiento de muchas personas sobre qué funciones cumple cada órgano que forma parte de lo que conocemos como “Justicia”, allana el camino a la consolidación de una incomprensión generalizada que redunda en el facilitamiento de la crítica infundada o que yerra en su destinatario.
Cuando la crítica proviene de un buen número de políticos, de distintos colores, la situación es delicada, por la irresponsabilidad intelectual y ética que entraña, amenazando incluso la independencia judicial. En muchos casos como los que señalamos no existe ni existirá un genuino interés por la mejora de la “Justicia”.
Como mucho, lo que se busca es sumar antipatía hacia la “Justicia”, favoreciendo “soluciones” superficiales o fáciles que no son más que elementos que postergan la real puesta a punto de los problemas que puedan existir en el debido funcionamiento de la misma.
Si los políticos no se interesan en informarse seriamente, para poder tomar decisiones en el sentido correcto, qué puede exigirse al resto de la sociedad.
Tengo para mí que es muestra de otro elemento patológico de los tiempos que nos toca vivir.