Columna por Diego Palomo, Abogado y Académico de la Universidad de Talca
En la era de la tecnología, la Inteligencia Artificial (IA) se presenta como la nueva panacea para los problemas de la justicia.
La ilusión de encontrar en los algoritmos una solución rápida y eficaz seduce a no pocos (“el algoritmo es mi pastor”).
Pero ¿No es acaso una paradoja renunciar tan pronto a la aspiración de una justicia con rostro humano?
En el afán de abrazar lo nuevo (por nuevo, y sin siquiera conocerlo en profundidad y sus consecuencias), olvidamos que juzgar es una de las expresiones más humanas que poseemos, donde intervienen una serie de factores indisponibles para la IA, que de inteligencia tiene poco y de programación por alguno mucho.
Insisto: la complejidad del acto de juzgar implica factores que la IA, por ahora, no puede abordar. En este proceso se entrelazan emociones, contextos culturales y matices que van más allá de la lógica binaria de un algoritmo.
¿Cómo pretender que una máquina comprenda la profundidad de las motivaciones humanas o la complejidad de la moral?
Mientras nos sumergimos en la fiebre de adoptar jueces robotizados, olvidamos que aún no hemos superado eficientemente las audiencias por zoom (que justo es decir permitió seguir con la justicia tras la Pandemia COVID 19: de hecho la justicia se divide AC/DC)), con problemas técnicos casi diarios.
¿Es sensato entregarnos a esta nueva moda o peor aún apuesta cuando ni siquiera se conoce bien las consecuencias de la IA fuerte?
Además, resulta vergonzoso constatar que la justicia de primera línea, como la de la policía local, permanece anclada en el siglo XIX.
En este afán por abrazar la modernidad, no perdamos de vista la esencia misma de la justicia: un acto humano que demanda comprensión, empatía y discernimiento. La tecnología puede ser una herramienta valiosa, pero no debemos caer en la ilusión de que reemplazará la complejidad inherente a la condición humana.
La IA allí donde puede servir para despejar el factor humano de funciones rutinarias y repetitivas y permita a los jueces a lo complejo.
Concluir otra cosa es apostar y experimentar y me niego a experimentar con seres humanos vivos sin certeza o conocimiento suficiente de las implicancias (incluidos sesgos) de esta “IA”.
Diego Palomo
U. de Talca