Viernes, Noviembre 22, 2024
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Contra la chapucería y en defensa del inconformismo: unas líneas a contracorriente

Artículo de opinión por Benjamín Ubilla y Diego Palomo. Universidad de Talca.

En la búsqueda del conocimiento, emerge una sombra que amenaza con opacar la luz del progreso: la inquietante y extendida presencia de la chapucería.

En un mundo y en un país donde la mediocridad se ha arraigado con desafortunada naturalidad, desaprovechando una y otra vez las oportunidades de dar el salto al desarrollo, es un deber alzar la voz en defensa de la excelencia, del compromiso, del trabajo bien hecho y condenar la negligencia inexcusable, la trampa, el atajo y la mediocridad que, por las razones que sean, inundan nuestra sociedad.

La chapucería, ese enemigo silente del trabajo no sólo hecho, sino que bien hecho, se alza como un estandarte del conformismo y del descuido. Se manifiesta en los productos hechos sin cuidado ni atención a los detalles y en una educación que, en todos sus niveles, fomenta el mínimo esfuerzo, la comodidad y la ignorancia supina.

La chapucería es la antítesis misma de la pasión y la dedicación que deben impregnar cada una de nuestras acciones. Es una manifestación grosera de indiferencia hacia la calidad y rigurosidad en cada tarea emprendida, despreciando nuestros talentos y habilidades, invitándonos a quedarnos secuestrados en la zona de confort.

El combate contra la chapucería implica un llamado a la acción, una convocatoria a la restauración de la virtud de la minuciosidad y la atención seria y rigurosa de lo que se hace o emprende. Debemos resistir la tentación de la complacencia, del conformismo que nos rodea y desafiar constantemente nuestros límites, con la finalidad de alcanzar siempre niveles más elevados de destreza, habilidad y logro. Sí, a pesar de vivir en una sociedad chaquetera, que no aplaude al que a pesar de tener mil dificultades surge con tesón, esfuerzo y voluntad de hierro.

Desde luego, al hilo de lo que venimos señalando, la lucha contra la chapucería trasciende y excede los ámbitos individuales y se expande a la esfera colectiva. Requiere por lo mismo la colaboración y el compromiso de una sociedad decidida a rechazar la mediocridad y querer abrazar la excelencia en todas sus manifestaciones. En este sentido, la educación, como vehículo de transformación, debe ser un faro de conocimiento y excelencia, fomentando una cultura de exigencia y perfección.

No podemos decir que la excelencia sea un camino fácil; al contrario, constituye un sendero empedrado, lleno de baches, de hoyos, de curvas, de esfuerzo y de horas y horas de dedicación puestas al servicio de una tarea bien lograda. Requiere perseverancia y una actitud implacable hacia la mediocridad que, por desgracia, nos rodea.

Solo mediante el deseo firme de trascender a la mediocridad podemos resistir la tentación de sucumbir a esta chapucería y, en su lugar, ayudar en nuestra medida a forjar un mundo donde la calidad y el buen hacer sean los pilares fundamentales sobre los cuales se levante una nueva sociedad.

Contra la chapucería, elevemos nuestra voz enarbolando la bandera de la excelencia y sobre todo del esfuerzo y dedicación más allá del mínimo exigido.

La invitación no puede ser otra que asumir la responsabilidad individual y colectiva de elevar el estándar de nuestras acciones, allí donde estemos trabajando, fomentando la consolidación de una cultura donde la dedicación, la meticulosidad, la rigurosidad y la excelencia sean vistas como algo normal.

Solo así, creemos, podremos vislumbrar un futuro en el que la mediocridad sea erradicada, lo que permitirá a cada uno primero, y a la sociedad por añadidura, alcanzar sus metas vitales en coherencia con la valoración que el trabajo hecho y bien hecho debe tener en un mundo que lo pide a gritos.

El esfuerzo tiene como consecuencia inevitable buenos resultados, muchas veces no de inmediato ni en el corto plazo, pero tenemos el convencimiento de que la conjunción de trabajo, dedicación y disciplina vendrán seguidos de frutos que se podrán cosechar con dicha y seguridad de lo realizado.

Diego Palomo
Benjamín Ubilla
U. de Talca

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