Viernes, Noviembre 22, 2024
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Por una Constitución que nos una como nación

Gerardo Muñoz Riquelme, Abogado y Magíster en Gobierno y Políticas Públicas, es columnista de Diario El Centro y, dada la contingencia, envió un artículo de opinión que pone sobre la mesa la necesidad de una nueva Carta Magna para Chile, donde primen las libertades pero garantizando justicia social.

Gerardo Muñoz Riquelme, Abogado y Magíster en Gobierno y Políticas Públicas.

Después de casi 43 años, los chilenos hemos concurrido pacíficamente a elegir representantes para redactar una nueva Constitución para Chile, lo hicimos sin miedo, sin odio, sin violencia. Es el triunfo de la civilidad sobre la barbarie, es el triunfo de la razón sobre la fuerza. Es la victoria de la democracia por sobre la anarquía.

Y ¿por qué debemos cambiar la constitución de 1980?

Porque el año 80 la mayoría de los electores no fuimos protagonistas directos, la mayoría de los electores no tuvimos derecho a voto y a muchos compatriotas con derecho a voto, este les fue negado y debieron observar el proceso desde el exilio.  

Poco sabemos de aquellos años, es una historia reprimida por la censura, es una historia alterada por el miedo a la represión, a la tortura, al secuestro. Es una historia oficial impuesta por una dictadura que desconfiaba profundamente en la libre expresión del pueblo y en su capacidad de organizarse y participar activamente en la determinación de su futuro. 

En 1980, se aprobó la actual constitución sin registros electorales, sin partidos políticos, ni organizaciones sociales o sindicales, sin franja electoral, ni propaganda, excepto por la opción “SI” y con un voto NO sin contenido, nadie se molestó en diseñar las consecuencias de un revés electoral para Pinochet. Simplemente la opción “NO” nació muerta. Las dictaduras no organizan elecciones para perderlas y el mejor ejemplo es CUBA. Nunca Fidel Castro perdió una elección.

Finalmente, aquel 11 de agosto de 1980, se impuso por la fuerza, por el miedo, y por la falta de alternativas, el texto que comenzó a regir recién 10 años más tarde, en marzo de 1990, tras el triunfo del NO en el plebiscito del 88, única derrota electoral de un dictador de que yo tenga memoria.

Fue iluso pensar que con algunos ajustes esta constitución del 80 podría subsanar su ilegitimidad de origen. Es cierto que hubo mejoras significativas, como eliminar los senadores designados, restablecer la subordinación de las fuerzas armadas al poder civil, legalmente constituido, eliminar el Consejo de Seguridad Nacional, y más recientemente, eliminar los quórums supra numerarios, que impiden que pueda gobernar la mayoría expresada en las urnas y le otorgan poder de veto a la minoría de oposición.

Lo que nos estamos jugando con esta elección de consejeros constitucionales es el derecho a tener una Constitución que sea símbolo de unidad y que establezca las bases de una democracia sin tutelas, sin temores a la autodeterminación del pueblo. Confío en que quienes han resultado electos estén a la altura del desafío y no provoquen una nueva frustración a la ciudadanía, insistiendo en recocer más derechos a los pueblos originarios que al resto de los chilenos, cuestionando la existencia de nuestras tradiciones y emblemas que nos identifican como nación.  

Yo no me imagino un Chile sin nuestro deporte tradicional del rodeo o sin carreras a la chilena o sin competencias de amansaduras, todos ellos deportes de los cuales la gran mayoría de los chilenos se siente orgulloso. Tampoco me imagino un cambio de bandera, o un cambio de himno nacional. 

El único cambio que me hace sentido y que me declaro abierto a estudiar es la frase de nuestro escudo nacional. Siempre he pensado que la frase “Por la fuerza de la razón” está a más a tono con los nuevos tiempos y en algún momento deberá superar a la tradicional “Por la razón o la fuerza”.

En fin, de este proceso han resultado electos los hombres y mujeres que redactarán en forma paritaria y con la colaboración de un equipo de expertos, un nuevo texto que debe ser símbolo de unidad nacional. Un texto sin rastros de odio, de violencia, de torturas y represión. Un texto más conectado con los sueños y anhelos de paz y justicia social de las nuevas generaciones. 

Un texto que nos una como nación y que perdure en el tiempo, como lo fue la Constitución de EEUU de 1789, que comienza con la frase “Nosotros el Pueblo de los Estados Unidos, con miras a formar una Unión más perfecta, instaurar la justicia, asegurar la Tranquilidad interna, proveer para la defensa común , promover el Bienestar General y garantizar las Bendiciones de la Libertad para nosotros mismos y para nuestros descendientes, ordenamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América”, o la de Francia de 1791, que estableció una monarquía constitucional y nació inspirada en los ideales de la LIBERTAD, la IGUALDAD Y de la FRATERNIDAD.

Confío en que después de un fallido intento, que provocó división y frustración, tendremos un texto mas conectado a la declaración universal de los derechos humanos del 10 de diciembre de 1948, reconociendo la existencia de un Estado social de Derecho, donde la solidaridad prime por sobre elindividualismo, donde la descentralización y la ecología estén resguardadas y donde pedir que nuestras riquezas naturales estén al servicio de toda la nación no sea una ofensa para los grandes grupos económicos y así poder garantizar, entre todos, un mejor país para las nuevas generaciones.

Llegaremos a la meta? En el próximo plebiscito encontraremos la repuesta.

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