Martes, Abril 16, 2024
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Justicia, leyes y códigos… de vestimenta

En este artículo de opinión, Diego Palomo, Doctor en Derecho Procesal y académico de la Universidad de Talca, analiza cómo “Desde la formación en pregrado hay cuestiones de vestimenta y presentación formal que se inculcan a los futuros abogados/as. Yo mismo he sido especialmente insistente en exigir el cumplimiento de determinados códigos formales, pensando en evitar a mis estudiantes situaciones bochornosas en el “mundo real” de la justicia”, señala.

El código de vestimenta en el ámbito de los tribunales de justicia es una cuestión que ha generado un debate en los últimos años, también en Chile. Mientras que algunos argumentan con razones ligadas a la costumbre o práctica tribunalicia que, la vestimenta formal es necesaria para mantener la seriedad y el respeto en el ambiente judicial, otros cuestionan si la ropa que usan los abogados y jueces realmente afecta la calidad de la justicia que se brinda.

Pues bien, podremos estar de acuerdo o intentar ponernos de acuerdo que el “código de vestimenta” no puede ser el único factor que determine la seriedad y profesionalismo en el ámbito judicial. Antes que ese factor, hay varios otros de los cuáles ocuparse con prioridad.

El comportamiento y la ética en el ejercicio de las funciones en el ámbito de la Justicia son factores mucho más importantes en la percepción de la justicia y en la confianza de la ciudadanía.

De hecho, no es poco común ver en las salas de tribunales a jueces y abogados que no cumplen con los más altos estándares de comportamiento y ética profesional. En algunos casos, estos profesionales pueden ser indiferentes, deshonestos o simplemente incompetentes. En estos casos, estaremos de acuerdo, la falta de respeto por el “código de vestimenta” no es el problema principal, sino una consecuencia de un comportamiento más amplio que va en contra del interés de la justicia.

En lugar de enfocarse exclusivamente en el “código de vestimenta”, es necesario promover un ambiente judicial profesional que fomente el respeto entre todos los actores, la ética y la justicia.

Esto implica garantizar que los jueces y abogados cumplan con los más altos estándares de comportamiento ético y profesional, independientemente de la ropa que usen. Es importante recordar que la justicia no se trata (al menos exclusivamente) de cómo nos vemos, sino de cómo actuamos y cómo hacemos nuestro trabajo.

En definitiva, el “código de vestimenta” en el ámbito de los tribunales de justicia no puede ser el único factor que determine la seriedad y profesionalismo en el ambiente judicial. Es necesario promover un ambiente judicial que fomente el respeto, la ética y la justicia, y garantizar que los jueces y abogados cumplan con los más altos estándares de comportamiento ético y profesional.

La ropa que usamos no debe ser una distracción o excusa de los problemas más importantes o prioritarios que enfrenta el sistema judicial en general.

Por fin, no hay que perder de vista a la justicia del siglo XXI donde ya no se trata (o no se debe tratar) solo de la forma, sino de garantizar que todas las personas sean tratadas con dignidad y respeto, y que se aborden las causas subyacentes de la injusticia. Es hora de dejar atrás aquel paradigma de la forma por la pura forma, que se ha venido materializando en escritos, resoluciones y también en el “código de vestimenta”, y abrazar un enfoque más justo y equitativo de la justicia.

Se trata de recuperar la importancia del factor humano en la Justicia.

Es que aunque el sistema judicial se rige por leyes y reglas bien definidas, y también por formas, el factor humano y el talante de los jueces y juezas pueden y deben tener un impacto significativo en la administración de la justicia.

La forma en que los jueces tratan a las partes involucradas en un caso, su habilidad para escuchar y comprender los argumentos presentados y su capacidad para aplicar las leyes de manera justa y equitativa son factores cruciales en la toma de decisiones justas y efectivas.

Los jueces deben ser por mandato legal y constitucional imparciales y objetivos en su razonamiento, pero también deben tener empatía y comprensión hacia los individuos involucrados en el caso.

Es importante que los jueces tomen en cuenta las circunstancias únicas de cada caso, escuchando a las partes y considerando cómo sus decisiones pueden afectar a las personas involucradas.

Además, y aunque sea innecesario subrayarlo, el talante del juez o jueza puede influir en cómo se percibe la justicia en la sociedad en general.

Si las personas perciben que los jueces son fríos, insensibles o distantes, pueden perder la fe en el sistema judicial y en la capacidad de este para resolver conflictos de manera justa y efectiva.

Por otro lado, si los jueces son vistos como comprensivos, justos y equitativos, pueden ayudar a construir la confianza en el sistema y en la justicia como valor fundamental de la sociedad.

Como se quiera, guste más o menos a algunos o algunas, el factor humano y el talante son fundamentales en la administración de la justicia.

Los jueces y juezas deben ser imparciales, objetivos y justos, pero también deben ser capaces de escuchar y comprender las circunstancias únicas de cada caso. La capacidad de los jueces para aplicar las leyes de manera justa y equitativa mientras tienen en cuenta la humanidad de las partes involucradas es esencial para mantener la confianza del público en el sistema judicial y en la justicia misma como valor social.

Conclusiones

Por eso, frente a la trascendencia del “código de vestimenta”, la invitación es a no perder de vista estos otros valores y objetivos tan caros, buscando un adecuado punto de equilibrio donde, no huelga reiterarlo, aquél no puede ser el único factor que determine la seriedad y profesionalismo en el ambiente judicial. Es necesario promover un ambiente judicial que fomente el respeto, la ética y la justicia, y garantizar que los jueces y abogados cumplan con los más altos estándares de comportamiento ético y profesional, debiendo tener el respeto por las formas y la vestimenta el lugar que le corresponde en un ejercicio de ponderación equilibrado y que tenga por finalidad ayudar a reforzar la idea de una justicia que escape del modelo de Kafka en “El proceso” que en lo central trata de una crítica a la burocracia y al sistema judicial por el absurdo en el cual se termina cayendo.

La reflexión final entronca entonces con cómo el propio sistema judicial puede verse secuestrado por las formas, haciendo complejo o muy difícil lograr un sistema judicial que es accesible para la mayoría de la población.

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