Viernes, Noviembre 22, 2024
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Una nueva oportunidad

Por Mercedes Bulnes, Diputada por el Distrito 17.

Después del golpe de Estado, pasé de ser una joven egresada de derecho, llena de ideales, a ser detenida y, junto a mi marido, sometida a Consejo de Guerra. Ambos fuimos exiliados, desde donde juntos observamos cómo la dictadura cívico-militar destruía nuestras riquezas naturales y humanas con una crueldad sin precedentes. Desde la triste lejanía, de quienes aman a su patria, mi padre, me dijo sabiamente, que tendría la oportunidad para ver un nuevo Chile, pues, la infamia y la traición, más temprano que tarde, serían castigadas. 

Creímos que la victoria en el plebiscito del 88´, sería el inicio de ese nuevo Chile, sin embargo, pese a la desbordante fuerza con que el pueblo salió a la calle a decir NO, la dictadura había cimentado las bases institucionales para eternizarse en el tiempo. Y pese a que el terror acabó, aquel nuevo Chile que soñábamos con mi marido, mi padre y tantos otros, se vio postergado. 

El estallido social fue la consecuencia de aquella postergación, de aquellas trampas con que la dictadura buscó, solapadamente, perpetuarse en el poder. La Constitución de Guzmán no buscó habilitar a la ciudadanía para actuar; sino que todo lo contrario: Tenía como propósito neutralizar políticamente al pueblo; a través de un sistema electoral que impedía la formación de una mayoría parlamentaria, de quórums supra mayoritarios y de un Tribunal Constitucional partisano, cualquier propuesta que fuese en contra del programa político de la dictadura, consagrado en la misma Constitución, debía ser autorizada por aquella minoría política, heredera de aquel sangriento gobierno de facto. Es por este motivo, que destacados politólogos han descrito al régimen transicional, como una democracia semi soberana, pues, estaba constreñida por instituciones que tenían el propósito expreso de desvirtuar el proceso democrático. 

La falta de una respuesta institucional satisfactoria a los problemas que aquejan a la ciudadanía, por parte de aquella política, parida por la constitución tramposa de Guzmán, se tradujo en un sentimiento de desamparo y frustración. Sentíamos que teníamos las manos atadas, obligados siempre a transar. Por ello, una de las demandas que logró articularse en medio del estallido fue la de una Nueva Constitución, es decir, de una nueva política, de un nuevo pacto social, libre de las ataduras impuestas por la dictadura. 

A mis setenta y tantos, como muchos de mi generación, nos topamos con una nueva oportunidad, para empezar a construir, todos juntos, el nuevo Chile que tanto hemos soñado.  Con una constitución que no busque negar a su pueblo, sino que darle forma política; que no busque privatizar la vida de sus ciudadanos, sino que asegurar derechos sociales; que no tenga como piedra angular el individualismo, sino que la solidaridad. 

Es por esta razón, el 4 de septiembre aprobaré, pues tengo fe en Chile y su destino, fe en que el sueño de mi vida, al fin, se haga realidad y tengamos la oportunidad de construir un país para todos y todas, sin discriminaciones. Un país para todos los chilenos y las chilenas, en que los pueblos originarios sean respetados y valorados en su ser y en su cultura, con oportunidades para las personas mayores, para las mujeres, para los trabajadores de nuestra patria y para los niños, niñas y adolescentes que son nuestro futuro.

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